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May 20 2014

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Nuestros jóvenes escritores

RELATO CORTO

Miranda Hernández Cruz  1ESO C

21 DE MARZO

Hay veces en las que tu vida puede cambiar en un solo segundo, sin que puedas hacer nada para evitarlo. Yo misma lo comprobé aquella primavera de 2006 que queda ya tan lejana.

21 de marzo del 2006

Por fin suena el timbre. Ese sonido que todos los alumnos desean tanto escuchar, sobre todo los lunes que se hacen aún más pesados. Ese día tenía pensado quedarme en la biblioteca leyendo “Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez para un trabajo de clase, pero como vi el día tan bueno que hacía, decidí salir al patio y leer allí.

Como podéis imaginar, no lograba concentrarme, pues había demasiada gente, así que decidí irme a la parte de atrás del instituto, donde había un pequeño jardín por donde no pasaba nadie. Me quedé ensimismada mirando las preciosas flores de aquel jardín recién florecidas. “Ya es primavera”, pensé, y sonreí para mí misma.

Cuando llevaba ya un rato leyendo, pasó por allí un chico al que no recordaba haber visto nunca. Dejé el libro en mi mochila y fui hacia él.

-Hola, me llamo Cristina- le dije-. No te he visto nunca por el instituto, ¿eres nuevo?

El chico me miró con sus hipnotizantes ojos verdes y sonrió.

-Sí, soy nuevo, pero creo que tú y yo ya nos hemos visto antes.

Yo me quedé mirando al chico e intentando recordar, al no conseguirlo, le pregunté su nombre.

-¡Uy! Ahora mismo no caigo.¿Cómo te llamas?

-Ja, ja, ja, es normal que no te acuerdes. Me llamo Daniel.

“Daniel, Daniel”. Comencé a pensar y de repente recordé.

-Daniel Díaz – le dije sorprendida- Él sonrió con esa sonrisa tan maravillosa y dijo:

-Sí. Íbamos juntos a clase. ¿Te acuerdas?

¡Cómo no iba a acordarme, si fue mi primer amor! Y además, después no había vuelto a gustarme nadie.

A partir de ese 21 de marzo, Daniel y yo nos hicimos muy amigos, y fue genial porque ni yo tenía muchos amigos ni él había logrado integrarse en el instituto.

Pasado un mes, me llamó para quedar porque tenía que decirme algo importante. Yo me puse triste, ya que creía que iba a decirme que se mudaba, porque su familia y él habían tenido que mudarse muchas veces a causa del trabajo, y que Daniel estuviese en Málaga era solo un capricho del destino que había decidido juntarnos.

Quedamos a las 18:00 horas en calle Larios, y él fue el primero en llegar.

-Hola, Cris- me dijo tímidamente-. Estás muy guapa y, ¡llevas la misma ropa que el primer día que nos vimos en el instituto.

¿Cómo podía acordarse de aquello? Pero ahora lo que quería saber era para qué me había llamado.

-Muchas gracias- contesté con una tímida sonrisa- pero ¿qué era eso tan importante que tenías que decirme? Me tienes intrigada.

-Bueno- contestó Daniel mirando al suelo, como buscando las palabras para comenzar a hablar- Cris, tú…me gustas, ¿quieres ser mi novia?

Yo no sabía qué responder, dentro de mí sentía las famosas mariposas en el estómago.

-Yo..¡claro que quiero, Dani!- y me abalancé sobre él para darle un abrazo.

Los siguientes días pasaron muy tranquilos, Dani y yo éramos felices, nos queríamos y nos llevábamos muy bien.

El 21 de julio íbamos a celebrar nuestro tercer mes juntos cenando en un restaurante italiano muy bueno que había por la zona. Me despedí de Dani a la salida del instituto y le prometí llegar puntual a la cita.

Llegué a mi casa, comí, hice los deberes y comencé a prepararme. Cuando ya me había terminado de vestir y estaba a punto de salir de casa, me llamaron.

-Sí, diga. ¿Quién es?

-Hola, ¿es usted Cristina Gómez?

-Sí, soy yo. ¿De parte de quién?

-La llamo del hospital “El Ángel” para comunicarle que Daniel Díaz ha sufrido un accidente de tráfico y está ingresado.

Entonces me derrumbé, comencé a llorar y fui corriendo a pedirle a mi madre que me llevara al hospital. Cuando llegué, pregunté en recepción la habitación de Dani. Le di las gracias a la recepcionista y corrí hacia la habitación 224. Toqué a la puerta y cuando abrí me encontré a Dani tumbado en la cama.

-Sabía que vendrías- me dijo sonriendo-. Toma, esto es para ti.

Abrí el regalo que me había dado y descubrí un libro como el que estaba leyendo el primer día que lo vi en el instituto, una edición especial de “Platero y yo”. Daniel me miró y, con su último suspiro me dijo: Te quiero.

Ese fue, sin duda, el momento más duro de mi vida. Y allí me quedé yo, con aquel libro que nos había unido y luego nos había separado. Con el corazón roto por un amor que había durado una primavera. Ese día aprendí que lo que fácil viene, fácil se va.

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